jueves, 8 de noviembre de 2012

ERE en Unidad Editorial: crónica de una muerte anunciada


Finaliza el conflicto laboral por el ERE en Unidad Editorial incluso antes de haber empezado. Tras el juego del regateo por ambas partes, el resultado es el que se conocía a través de radio macuto: a grandes rasgos las condiciones serían las mismas que para el ERE de El Mundo: 35 días por año trabajado, más 5.000 euros de lineal y 15 días de salario en concepto de preaviso. En cuanto a los despidos queda “rebajado” a 143.

Y hemos dicho bien, REGATEO, porque no hay que ser especialmente lúcido para entender que si quieres despedir a 150 personas, empieces diciendo que lo que deseas en realidad es enviar a la calle a unas 200. Nada nuevo. Es la dinámica que se pone en práctica en los mercados de medio mundo. No, no es nada nuevo para la empresa, que ha jugado su papel. Otra cosa es lo que creyera la “representación de los trabajadores”.

Fiel a esa práctica, la dirección empezó hablando de una horquilla de entre 170-195 despedidos y de 20 días por año trabajado, aunque “sotto voce” se afirmara que se iba a dar lo mismo que a El Mundo (lógico siendo empresas del mismo grupo), y preparó el inevitable espectáculo de las negociaciones que, como no podía ser de otra manera se producían en medio de “un buen clima” según los interlocutores.

Para acabar de aderezar el juego, la plantilla amagaba con la huelga los días 30 y 31 de octubre... que ahora sí, que luego no, que antes había que pasar por el Servicio de Mediación y Arbitraje, mientras el tiempo pasaba y las acciones se limitaban a unas concentraciones a la hora de la comida y a la vestimenta de unas camisetas.

De esos polvos no podía surgir otra cosa que el preacuerdo que fue anunciado en las páginas de internet antes incluso que a los propios implicados.

El final del acto se producía un día después, donde, en las votaciones, las plantillas aceptaban de manera sumisa y mayoritaria lo preacordado.

La crónica termina poco más o menos como hace dos años y medio, cuando se perpetró el ERE anterior y, mucho nos tememos que volveremos a escribir lo mismo cuando nos regalen el siguiente. Pero no nos engañemos, la culpa no la tiene sólo una comisión negociadora que parece preocuparse más por los “productos periodísticos” que por las familias que quedan en la calle, sino también por quienes han delegado su capacidad de movilización y su propia responsabilidad en figuras que, a fin de cuentas, no van a ser los despedidos y nunca van a sentir en sus carnes lo acuciante del problema. No, la culpa es en mayor medida de quienes nuevamente han vuelto a esconder la cabeza.

Ahora se abre un periodo de bajas voluntarias, al que seguirá la perversa lotería de los despidos (lo de “lotería” es relativo, pues seguro que las listas están más que confeccionadas). Y nuevamente veremos a compañeros y compañeras recibir la carta de un despido que les aboca a un más que incierto futuro... Y así hasta la próxima.

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